Marca zombi


Mucho se habla de los atributos de las marcas. Ellas pueden ser jóvenes, solemnes, sofisticadas, frescas, desafiantes y cuanto adjetivo exista. Siempre se trata de marcas vivas, claro. Activas, económica y simbólicamente hablando.

El otro día, transitando por la avenida San Martín, levanté la vista y me encontré con una marca muerta. Y allí me di cuenta de que las marcas viven después de muertas. Hay marcas zombis. Marcas que se dejan ver en el caos visual que nos rodea, por todas partes. Marcas que no han sido debidamente enterradas. Marcas que —no-muertas como están— mantienen su potencial evocador de lo que fue y ya no es. Y hasta quizá hacen reflexionar sobre qué pasó en el medio.

El Supercoop* era la cadena de supermercados de "El Hogar Obrero", una gigantesca cooperativa que pereció gracias al Plan Bónex de Menem, cuestión que no viene al caso puntualizar en este post.

Bajé la vista y me llevé la agridulce sensación de haber recordado a esa marca cuando vivía y cuando el local sobre cuya fachada hoy luce despintada y oxidada era un supermercado lleno de mercadería, changuitos y gente que podía comprar cosas a precios más accesibles que en otros lados gracias a las mieles del cooperativismo.

En 2005 "El Hogar Obrero" revivió. No queda casi nada de su esplendor y poco de espíritu cooperativo parece haber en la sociedad. Pero su marca sí tiene restos de un patrimonio simbólico e histórico valioso que tanto costó construir y que tan fácil fue olvidar.

* Llegó a tener más de 300 sucursales en todo el país

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