Ajuste


—Maidana, venga un minuto por favor.
—Sí señor, digame.
—Ya puso los números, veo.
—Sí, ayercito nomás. ¡No me diga que no es 883! No me asuste... ¡ja, ja!
—Los números están bien; lo que no está bien es el espaciado.
—¿Perdón?
—El espaciado, Maidana.
—Pero... si habíamos quedado en que iban en esa chapa, justito arriba de la puerta...
—Aha... ¿y eso qué tiene que ver?
—Nada, que yo los puse en la mitad de la chapa, ¿no está bien eso?
—¿A ojo, los puso?
—¡No señor, faltaba más! Agarré una regla y medí.
¡Ah, ahí lo agarré, Maidana!
—¿Cómo dice?
—Los espacios entre las letras no se miden con regla, Maidana. Se trata de establecer un sutil equilibrio entre formas y contraformas, entre figura y fondo, entre el trazo y el espacio que lo rodea. Una suerte de pulso rítmico que sólo se logra mediante un ojo entrenado que usted, evidentemente, no tiene.
—Disculpeme, señor.
—No se haga problema, Maidana. Todos los días se aprende algo. Le pido, sí, que corrija este desagradable suceso cuanto antes.
—Mmm...
—¿Mmm? ¡Usted siempre con sus "mmm"! ¿Qué pasa?
—Que los números ya están soldados. Ayer a la mañana le mandé un mensajito a su socio y no me respondió en todo el día; entonces probé con usted, y me dió que su celular estaba apagado o fuera del á...
—¡¿Y porqué no me dejó un mensaje?!
—No acostumbro a dejar mensajes, señor. Me parecía que uno de los dos me tenía que responder...
—Mire Maidana, por favor...
—De hecho, había quedado con su socio en hablar de las dos semanas que están atrasadas. Digo, la obra ya está terminada, casi...
—Bueno, bueno, no se preocupe que eso lo vamos a resolver mañana o pasado.
—Bien señor. ¿Qué hago con los números?
—Déjelos así, Maidana. Y trate de leer algo sobre espaciado de letras, hágame caso.
—Bien señor. Mañana hablamos, entonces.
—Sí, llameme mañana.

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